Estabais pasando apuros económicos en casa cuando de repente, un buen día, se presenta tu casero y te dice, en un tono mucho más comprensivo de lo habitual, que conoce vuestra situación y que por eso ha decidido perdonaros el alquiler del próximo mes. Tú, que desconoces la auténtica razón de ese arrebato de benevolencia del casero, se lo comentas comprensivo a tu mujer; ella, por su parte, se limita a sonreír.
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